Los refranes constituyen un gran
tesoro de la cultura tradicional: en sus frases, breves y sentenciosas, se
encierra buena parte de la sabiduría popular.
Para
algunos, los refranes son verdades taxativas e irrefutables, que pueden aplicarse
oportunamente tanto para un roto como para un descosido.
Para
otros, sin embargo, los refranes son cosas de viejos, de tiempos pasados;
sostienen que están desfasados y que no son aplicables a las situaciones que
hoy nos toca resolver.
¿Quién
tiene razón? Sin afán de decidirlo, podemos decir esto: nuestra
experiencia constata que los refranes siguen muy vivos. Nuestros recopiladores usan a diario unos cuantos —los más comunes—.
Cuando recurren a sus padres como informantes (hombres y mujeres treintañeros o
cuarentañeros), el refranero se va ensanchando y enriqueciendo. Pero es al
recurrir a sus abuelos y abuelas como informadores cuando nos encontramos con
un número desbordante de refranes: refranes jugosos, sorprendentes y a menudo, para
nosotros, desconocidos.